Criados en bateas de las Rías Gallegas, los mejillones se recolectan en su punto óptimo de tamaño – de 8 a 12 piezas por lata – y llegan frescos a la conservera Catalina en Santoña.
Tras limpiarlos a mano, se abren al vapor para conservar toda su jugosidad.
Se sumergen después en un escabeche casero elaborado con aceite de oliva, vinagre de vino, pimentón, laurel y un toque de especias que redondean su sabor.
Durante el reposo, la carne anaranjada se impregna de notas ahumadas y ácidas, perfecta para el aperitivo con vermut, para realzar una ensaladilla rusa o coronar arroces marineros.